miércoles, 22 de abril de 2009

Semana Santa 09

Con casi tres semanas de retraso intento acordarme de lo que hicimos y aunque habrá algunos detalles que se me pasen por alto, lo importante no se me ha olvidado.

Decidimos irnos a Doñana (las tierras del VII duque de Medina-Sidonia, marido de Doña Ana, la hija de la princesa de Eboli) por varias razones: era uno de los pocos Parques Nacionales que nos quedaban por ver, la temperatura en esta época era la idónea, ausencia de mosquitos en estas fechas, con las lluvias habrá mucha agua y vegetación y si vas de camping a estas alturas del año lo mejor es ir al sur. Pero nos hacia dudar dos cosas: la distancia (más de 600 km) y lo poco que se respeta el silencio por la noche (y por el día) en los camping de la mitad sur. Pero al ser mayor el número de pros que de contras nos fuimos a Doñana.

Salimos el miércoles por la mañana y el viaje se nos hizo corto, llegamos sobre las 17:00 al camping y había mucho sitio. Decidí el camping Doñana Playa porque tenía acceso directo a la playa y estaba entre el Parque Natural y Huelva capital que eran las dos excursiones que queríamos hacer. Esa tarde nos dimos un paseo corto por la playa y quedamos alucinado por la extensión de arena y sin ver una edificación, bueno se veían las antenas de una estación aeroespacial que estaba al lado del camping que se utiliza para lanzar cohetes que miden parámetros de la atmósfera.

No pudimos reservar desde Madrid plaza para los 4X4 que visitan el Parque, pero desde el camping si lo conseguimos para el viernes a las 12 de la mañana, no era muy buena hora para ver animales pero era lo único que quedaba.

El jueves nuestros planes era ir a Huelva y de camino ver Palos y la Rábida. Empezamos por Palos, luego fuimos al museo de la carabelas que hay al lado del monasterio de la Rabida en el que hay replicas de las dos carabelas y de la nao Santa María, te podías subir, recorrer la bodega y cubiertas. Impresiona como podían convivir 30 hombres en esa embarcación. Se dice que al final del viaje comían de noche para no ver los gusanos que había en la comida y que se salvaron del escorbuto por la vitamina C que tenía los embutidos a llevar en su composición ajo y pimentón. Los barcos fueron cedidos por el pueblo de Palos por la Real Provisión de los Reyes Católicos

Por la tarde visitamos el monasterio de La Rábida en el que Colón con su hijo tomo contacto con el confesor de la Reina Isabel. Es preciosa la iglesia con la imagen de Nª Sª de los Milagros, a la que rezaron los marineros la noche antes de zarpar; el artesonado del techo y el cristo que preside el altar del siglo XV. También es destacable el claustro mudéjar y la sala capitular donde tuvieron lugar las conversaciones de la Rábida.
Después visitamos el Jardín Botánico de Celestino Mutis que nos defraudo mucho porque se nota que el dinero que llegado con tanta alegría durante la celebración del V Centenario, no han vuelto a asomar por su puerta y muchos ejemplares se han muerto y no se han repuesto, los carteles con el nombre de los árboles quedan pocos. Más que colección de plantas es un precioso jardín con muchos juegos de agua y bonitas vistas.
No fuimos a Huelva porque ya estábamos cansados.
Al día siguiente en los $X$ nos adentramos en el PN y conseguimos ver muchos animales (ciervos, conejos, flamencos, ibis, garza real, garza imperial, espátulas, zampullín colorado, milano negro...) lo mejor fue las pajareras que se ven llegando al centro de interpretación José Antonio Valverde (el primer defensor de Doñana, lucho para evitar que drenaran las marismas). Es impresionante el cuidado que proporcionan al lince, había apostado en el camino un agente forestal desviando los vehículos porque había parido una hembra de lince cerca del camino.
Por la tarde fuimos al centro de visitantes de Acebron que era un palacio de principios de siglo en la que había dos exposiciones: los agentes forestales y usos y costumbres de los lugareños.
Me apetecía ver las dunas pues el viaje contratado no pasaba por ellas con lo que nos fuimos hasta Matalascañas y recorrimos un sendero sobre tarima, que muchas veces desaparece por la arena, de 1,5 km. Me gusto mucho.
Volvimos al camping y corrimos por la playa unos 7 km que me cargarón las piernas y dañó el tobillo al posar el pie sobre una superficie inclinada. Que maravillas de playas que no se ven edificaciones ni el final de ellas. La puesta de sol para que contare y los paseos por la playa a la luz de la luna llena quitan el sentio (se me ha pegado la gracia andaluza).
Decidimos salir para Madrid el sábado sin prisa para visitar Merida, pero hay tanto que ver que paseamos por sus calles y la visita a los monumentos lo dejamos para otra ocasión.

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